Todos los que se hayan sometido a una intervención de cirugía refractiva para eliminar algún defecto de visión (miopía, hipermetropía o astigmatismo) deberían usar gafas de policarbonato correctamente ensambladas para hacer deporte si no quieren dar al traste con los beneficios obtenidos tras la operación. En estos casos, el globo ocular es particularmente sensible a los traumatismos y cualquier accidente puede ocasionar lesiones muy graves y, a veces, irreversibles.
En una intervención de estas características, el láser levanta una lámina de la superficie del ojo (denominada colgajo) y posteriormente talla la córnea para corregir el defecto de refracción. La pérdida del grosor cornéale (que casi siempre es el problema de menor importancia), unida a la mayor fragilidad del segmento que se ha movido para operar, hacen necesarias estas precauciones a la hora de hacer ejercicio.
«Aunque la cicatrización sea perfecta, un golpe directo puede hacer que esta zona se resienta», explica el doctor Rafael Carpio, director médico de Real Visión, un clínica oftalmológica que ha llamado la atención sobre la utilidad de las gafas protectoras en estos casos.
Asimismo, y según este especialista, hay que tener en cuenta que «es imprescindible que pasen al menos dos semanas después de la intervención para practicar algún deporte en el que se requiera un gran esfuerzo físico».
Aunque hay actividades, como la gimnasia y el atletismo, que no suelen revestir un peligro significativo, ninguna está totalmente exenta de riesgos si se practica con asiduidad. «A los pacientes que realizan actividades suaves o a los que hacen deporte esporádicamente les aconsejamos el uso de lentes protectoras, pero ellos son finalmente los que deciden en función de sus circunstancias», aclara Carpio.
Sin embargo, en los deportes de contacto – como el boxeo y las artes marciales-, los de pelota -fútbol y baloncesto fundamentalmente-, los de raqueta -el ‘squash’ sigue a la cabeza de los deportes más peligrosos para la visión- y los que emplean bates o ‘sticks’ -’cricket’ o béisbol, por ejemplo- el empleo de estas gafas se antoja prácticamente obligatorio, dado el peligro inminente que suponen para la salud oftalmológica.
Protección para todos
Finalmente, no es menos importante la necesidad de usar lentes adecuadas para evitar la entrada de objetos extraños, sobre todo cuando se llevan a cabo actividades al aire libre o en condiciones climáticas adversas, y los daños de la radiación solar (esquí, alpinismo, vela, deportes acuáticos…), aunque en estos supuestos los pacientes de cirugía refractiva no son los únicos que deben tomar precauciones.
El material idóneo para la fabricación de estos dispositivos es el policarbonato, un material plástico ligero y muy resistente que se puede utilizar tanto para las gafas meramente protectoras como para las que, además, cumplen una función correctora de la visión.
Además, en los últimos años se han realizado modificaciones para hacerlas más adaptables y cómodas, de manera que se ajusten mejor y no se empañen con el sudor o el agua. No obstante, la incomodidad sigue siendo el principal motivo que esgrimen los usuarios para explicar por qué no emplean estas gafas.
«Es cuestión de costumbre y educación y un poco de tiempo. Al principio molestan, pero luego el deportista se adapta», apunta Carpio, «En algunos países donde se toman estas cuestionas más en serio, se empieza a concienciar a los chavales desde pequeños para que introduzcan esta idea de protección en la rutina de sus práctica deportiva».